Mi padre guardó muchos papeles, entre ellos la nota que atestigua el precio que pagó por el entierro de mi abuelo, quizá 60 pesos de 1967 o algo así. También legó a su progenie varios ejemplares de periódicos de 1971 y de otros años que no recuerdo bien. Hoy me ha visitado una amiga queridísima y ha estallado en júbilo (como diríamos en buen castellano de ahora y de siempre) cuando le regalé dos ejemplares impresos de los periódicos españoles que registraron el triunfo de España en el pasado Mundial de Fútbol de Sudáfrica, 2010. Ella, como yo, atesora el papel, porque la memoria electrónica de Internet fenece tal cual hálito de conversadores que se encuentran porque sí, mientras que el papel resiste todos los heroismos del polvo que se cuela por las rendijas más cerradas. La memoria del papel venciendo la instantaneidad del ¡click!.
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