5 de febrero de 2014

Naturalmente, la muerte

Hoy, luego de hostigar varias cajas donde yacían sepultados algunos de mis libros, he encontrado el certificado de defunción de mi madre. El papel permanecía doblado en cuatro partes, casi intacto, como burlando el paso del tiempo y, sobre todo, la rotunda noticia que anuncia: la muerte de una mujer de 54 años, casada, a las 6:15 de la mañana del 31 de julio de 2005. En la casilla 17 del certificado, cuando son formuladas las probables maneras de muerte, tres opciones rezan: Natural, Violenta, En estudio.
El médico tratante, que recuerdo vagamente con anteojos, delgado, vestido con su bata larga y un pantalón kaqui, ha puesto una X imperfecta en la primera casilla: Natural. Una suerte, pienso, o, escribo ahora, una especie de justicia poética con el cuerpo de mi madre, que sufrió los embates de un cáncer que agobió cada milímetro de sus huesos durante más de dos años. Y que se declare "Natural" la muerte hoy en Colombia es así mismo tan extraño como el depósito residual de agua congelada detectado en Marte.
Mi madre estuvo naturalmente muerta desde la mañana de ese sábado, en una clínica del norte de la ciudad a donde ingresó (sin que yo lo supiera del todo) agonizando, bostezando, en trance de muerte, claro, tratando de coordinar palabras para decirme cuánto la ataba a la vida que se le iba esa noche sin poder ver a sus nietos. Recuerdo su cabello, indomable; la bata verde debajo de la cual colgaba su piel; sus uñas (tan mimadas y mimosas en otros días), con una pátina amarilla ganándole a la sangre, que en sus venas era simplemente un rumor de olas dormidas hacía tiempo.
Mi madre estaba naturalmente muerta dentro de la bolsa azul de polipropileno donde su noche fue silenciosa y eterna.  Hoy, cuando remuevo su recuerdo a través del papel que certifica su viaje remoto a la nada, pienso que si bien cuerpo logró difuminarse en la tierra, parte de su memoria vivifica en los trazos de piel de este papel. Papel tan frío como lo fue estuvo su cuerpo una vez la muerte dobló la esquina de la clínica buscando otra carne qué raptar.