La ruidosa tempestad de lo escrito hoy, en tiempos estos cuando la humanidad parece haber leído más que durante toda su historia, me pone frente a la tan consabida como tautológica dicotomía: "Vivir o contar". Cuando leí La náusea, que inmortalizó a ese extrañísimo y perverso personaje de Sartre, Antoine de Roquentin, creí entenderlo todo: sólo aquella actitud vital subordinada a la escritura merece en verdad el nombre de "Existencia". Es decir que la dicotomía que opone la vida a la escritura (y viceversa) es tan falsa como aquella que enfrenta lo blanco a lo negro o la vida a la muerte. Se trataría entonces de pensar en la yunta Vida-Escritura como dos gestos de una única cara: la temporalidad de la existencia.
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