Vaya uno a saber qué intención traía la última imagen de un sueño pasado: transito por el sendero ecológico y pienso que nuestros ojos son los pasos dejados por los otros en la memoria del camino. Es de día y hay luz sobre las grandes hojas y dentro de las diminutas gotas que el musgo suda. A veces el sendero se engaña a sí mismo y en otras regresa para encontrarse con los pasos firmes sobre el barro. De pronto la noche allana ramas, piedras, hojas negras, pétalos oscuros encima de los ojos, ahora abriéndose al día y pidiendo un poco de agua.
Me levanto pensando en que en el sendero ecológico, los pasos que se pierden fundarán una memoria, aun a costa del olvido y de la muerte en las fauces ávidas de vida de la selva. ¿Qué sería de la legión exploradora sin esos pioneros equívocos que al extraviarse sembraron nuevas luces en el barro? Bebo el legado del musgo, ahora en el vaso, y confío en que en una hora del día pueda escribir sobre estas palabras.
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