Para Diana.
De cocina hablamos, entonces. De comida, colores y calores de uno y otro plato. De sazones (también de desazones hervidos en sonrisas) y de olores masticados entre el rumor del mar, que nos ofrenda preciosas carnes pétreas, y la lenta erosión invertida de la tierra, de donde brotan el maíz y la raíz amorfa del tubérculo. Hablamos de comida porque, en el fondo, queremos acercarnos al saber del sabor que el otro guarda.
Y en el fondo, también, degustando su evocación, traemos noticias de su paladar, de su lengua, de aquel plato exquisita, cariñosa, azarosa, placentera, acalarodamente preparado por todas las generaciones que nos antecedieron, cada una a su modo y a su amaño, siguiendo las indicaciones del tanteo al incorporar los ingredientes y del amor al compartirlos con el otro.
Achiote, laurel, ajo; tomillo, pimienta, curry y orégano; sal, azafrán, jengibre y canela. Hablamos de cocina para saber del sabor del otro cuando sangre, saliva, sudor y todo él habla en el plato.
Sin olvidar el maní, la sopa y la guayaba, sabores amados y despreciados por el otro.
ResponderEliminarCada quien podría escribir su "Diatriba contra la sopa" (algo he leído por ahí) o "Elogio del maní" o "Consideraciones sobre el jugo de guayaba"...
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