Se habla, se pregona, se enaltece por estos días convulsos en Colombia y desde todos los sectores una palabra que para mi gusto sólo empleo, casi siempre mentalmente, cuando voy en alta exigencia en bicicleta o cuando corro porque sí, para acumular kilómetros o para inventarme nuevas rutas: RESISTENCIA.
Quiero ahorrarme el escenario de esta invocación, aunque sí quiero describir el conjunto de actores que enarbolan ese grito: gente joven, indignada, pauperizada por la eterna circunstancia histórica y política de un país a medio hacer, inviable, cooptado por una élite ignorante y voraz. Gente joven que orbita alrededor de un Paro Nacional Interminable (PIN) convocado por voceros de gremios laborales y estudiantiles, y que como satélite bien sabe que sus intereses o reclamos no necesariamente corresponden a quienes desde su estatus 'oficial' elevan reclamos sociales ante un gobierno torpe, débil e indolente. "RESISTENCIA", gritaron con voz huérfana. "RESISTENCIA", escribieron en las paredes y en las calles del país. "RESISTENCIA", lloraron cuando cayeron o desaparecieron por uno de los callejones en la noche oscura de la historia de Colombia quienes nutrían este grito, esta inscripción social sin precedentes en Colombia.
El grito, queramos o no, tiene voz y pecho propios. Pertenece a quienes, para bien o para mal, han dado colorido a las marchas multitudinarias con banderas, cantos y consignas. Pertenece también a quienes, equivocados o no, integran el fascismo pop o fascismo kitsch de la 'Primera Línea'. Y sin embargo, al eco de este grito han sumado su voz, potente pero diminuta, como adueñándose de ondas sonoras ajenas, políticos, 'intelectuales', periodistas 'independientes', docentes y profesionales de distinta índole que desde la comodidad de sus impasibles aposentos invitan a la RESISTENCIA, lo que en no pocos casos apunta a una orden para batirse en las calles contra las fuerzas del establishment porque "el mundo es de ustedes los jóvenes" y otras consignas oportunistas.
Muchos ya integran fotografías en sus archivos particulares al lado de la RESISTENCIA. Otros más agotan trinos y estados en redes sociales en favor del apoyo económico y emocional a quienes en múltiples noches, solos, arrojados por una utopía alucinada o por la pobreza (que todo lo vuelve empatía) a la calle, sin nada qué perder ni ganar, mantienen barricadas, mientras que los oportunistas de toda laya duermen plácidamente en medio de edredones.
Contra esa RESISTENCIA conveniente, complaciente, irresponsable, sesgada, sectaria y ocasional es a la que me opongo. Excluyo, desde luego, estemos o no de acuerdo, a la RESISTENCIA de la inmensa mayoría de estudiantes, trabajadores, desempleados o soñadores que legitiman la consigna de los Indignados: "Resistir es crear. Crear es resistir", pero entro en desacuerdo con aquellos que bajo la misma excusa de la protesta social incineran, destruyen, asesinan y desmotivan a quienes quisieran adherirse a la consigna de manera franca y limpia.
La RESISTENCIA oportunista y conveniente no cuenta con el otro; lo instrumentaliza para ciertos fines, aun cuando sea hasta limpia la causa, en pro de la denuncia sobre abusos policiales, muertes o desapariciones. Aquella RESISTENCIA ocasional impone su palabra legitimadora sobre el otro, y con el sambenito de escucharlo se erige como salvaguarda de la moral y de la vida. A esa RESISTENCIA repentina yo me opongo porque se trata de una RESISTENCIA, además de todo lo que he dicho, pasajera y caníbal.
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