18 de junio de 2021

ADIÓS A LA DICTADURA PROFILÁCTICA

En países como el nuestro, siempre a medio hacer, cuando no mal hechos desde sus orígenes coloniales, todo gobierno que presuma de su fuerza y de un velado o rotundo populismo es dictadura. Muchos, con razón o por resentimiento, lanzan a los cuatro vientos el apelativo aquel contra el gobierno central, cuyo defecto congénito es haber sido elegido en medio de decisiones democráticas siempre imperfectas. Pero no hay tal "dictadura", a menos de que hablemos de una concentración de todos los poderes en manos cívico-militares y de regulaciones de facto sobre la sociedad civil. Y ese, aun cuando estalle el abuso de la fuerza pública y gobierne al país casi que un sólo partido, no es el caso nuestro.

Pero de aquellas autarquías políticas me alejo aquí para celebrar el inminente fin de la atroz forma de gobierno que ha regido nuestras vidas por algo más de 15 meses, desde el perdido 2020 hasta el actual y no menos desperdiciado 2021. Me refiero a la dictadura profilática.

Los gobiernos del mundo ordenaron confinamientos, horarios estrictos y regulaciones de salida infames pero comprensibles en medio de la desoladora situación de la pandemia. Además repartieron protocolos de aseo y normas de higiene que nos instalaron en la dictadura de lo limpio, de lo inmaculado, de lo profiláctico por encima de nuestra natural propensión a lo tocado, lo llevado y traído por aquello que Baldomero Sanín Cano llamó la "civilización manual". Hasta las manos desaparecieron, cercenadas simbólicamente en el abrazo o el saludo, ahora sólo en forma de muñones o metamorfoseado en una voltereta de codos y caderas. En fin: la dictadura profiláctica puso un rótulo de "Peligro. Contagio Inminente" en nuestras cabezas, y así todos, todas caímos en la tierra baldía del nuevo coronavirus.

Pero hoy la caída del régimen salubre parece llegar a su fin de la mano del antídoto democrático de la vacunación. Atrás o en la basura, más bien, van quedando tapabocas, guantes y aditamentos quirúrgicos exclusivos --hasta hace 15 meses-- de los centros médicos. Algunas grandes ciudades de Estados Unidos y Europa han liberado a su ciudadanía pues los contagios llegaron a niveles casi nulos. Y las palabrejas aquellas acuñadas por la dictadura profilática (aislamiento, bioseguridad, aperturar, cuarentena, toque de queda, etcétera) también ocupan un discreto lugar en el recuerdo de un año largo lleno de incertidumbres y ansiedades. Vuelven los besos, los abrazos, las copas en terrazas de verano, el saludo fraterno, las salas de cine con público y los parques con niños gritando, liberados, por fin reencontrados con su humana imperfección.

Mientras tanto, ¿qué sucede entre nosotros? Acostumbrados al rejo en el redil, nuestros pueblos de América Latina siguen bajo regímenes democráticos (y por ende mal hechos) con apariencia de agentes redentores que, o bien someten, o bien dejan al libre arbitrio del sálvese quien pueda, aun cuando tenemos vacunas en medio de endebles sistemas de salud. 

El punto es que la dictadura profiláctica se niega a languidecer entre nosotros, tan mimetizada como lo ha estado en decretos y medidas de emergencia que agigantan la pequeña podredumbre que anida en la cabeza de los gobernantes. Nos movemos entre el contagio, el repunte, la muerte y la "economía", y así se nos va la vida hasta la siguiente gran pandemia orbital.

📌Viñeta de El Roto (España). (28/04/2020). 

https://elpais.com/elpais/2020/04/27/opinion/1588004509_040442.html

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