18 de marzo de 2015

Paladiario (V): un diccionario personal

TRAGO 

Río generalmente ardiente donde alguien se sumerge para lavar heridas, reír sin compañía o inventarse un camino hacia sí mismo.


URDIMBRE


Los hilos se trenzan en el tejido mediante la conjugación de la trama y la urdimbre. Tejido como palabra proviene del latín 'textus', que nos lleva mágicamente a la idea de texto, eso que ahora mismo vengo zurciendo en esta página. Los griegos pensaban que nosotros andamos por la vida gracias al premeditado y abrupto movimiento de cuerdas a manos de las Parcas, temibles "hilanderas del destino". Si tenemos presente que en el tejido la urdimbre es el hilo vertical por el que pasa la trama, también llamada "relleno", entonces en el telar de las Parcas nosotros somos esa urdimbre por la cual transita el azar. Somos urdidos por el destino en el tejido de la vida.

VOCACIÓN

Los domingos en la casa de la infancia nuestras horas naufragaban entre las bromas de mi padre --que procuraba mantenerse en piyama el mayor tiempo posible para jugar con nosotros-- y el olor a tinta fresca de los periódicos. Los dedos se tiñen de negro; veo mis manos oscurecidas por la luz de la lectura; intento lavármelas para deshacerme de un mundo que habla de políticos, de crímenes, de entuertos que en nada me interesan. Luego fijo mi interés en las tiras cómicas, cuyos facsímiles colecciono y pongo sobre mi mesa de noche. Entonces descubro que la lectura puede ser un infalible talismán contra la soledad.
Después vendrá la escritura, que no la redacción, cumplida en los cuadernos escolares. La escritura de pequeños cuentos, generalmente con dos personajes en una situación contrariada que termina en fortuna, ocupan mi tiempo y mi adrenalina. En el paisaje aparecen algunos libros, más periódicos, archivos de mi padre dentro de un baúl donde guarda desde tarjetas de sus clientes (tiene un almacén de ropa y calzado) y letras de cambio, pasando por contraseñas de boletas de partidos antiquísimos, telegramas y recibos de pago. Además mi padre tiene en su oficina una máquina de escribir Remington negra y en las noches me gusta verlo redactar cualquier cosa (una carta para el banco, los datos de un cliente, etcétera) con los ojos cerrados. Su pericia de mecanotaquígrafo es interrumpida a veces por un pequeño error, pero él lo destierra de la hoja con un borrador de lápiz que tiene una brocha en la punta.
El llamado de la vocación estaba entre aquellos periódicos, en los papeles del baúl, en las historias de mi padre, en los relatos que compartían mis profesores. La vocación es el camino interior que empezamos a andar no sabemos exactamente cuándo, tal vez sin un por qué, intentando hallarnos en algún lugar del mapa humano. Yo elegí el sendero de la lectura y la escritura, donde converge la docencia, en la cual aprendí que el trabajo es justificación y terapia vital.

YO

Serio y grave, se sienta en la sala o se encierra en el estudio; feliz, va de un cuarto a otro; ansioso, nadie puede con él en la cocina; deprimido, se confina en el patio o se recuesta en la baranda del balcón. Así a veces anda el Yo por el alma de la casa.

ZAPATOS

Nada inquieta tanto como ver a la gente deambular por un centro comercial en busca de zapatos. Yo mismo me he visto en esas, caminando de un lado para otro, debatiéndome entre el cuero y el polietileno, entre colores tierra y matices más vivos como el rojo o el azul. Nada me gusta. Veo a la gente henchida de orgullo con sus bolsas después de dar con el par de zapatos deseados y yo sigo buscando sin mucha fortuna: que no hay el número; que ese estilo sólo viene en ese color; que llamaremos a otra sucursal para ver si de pronto puede que allá haya; que no es cuero sino cuerina; que no es gamuza sino imitación china.

De niño me compraron cierta vez unos zapatos muy grandes. El resultado fue un progresivo levantamiento de las puntas, seguido de la frase puntillosa: "zapatos de payaso". En otra ocasión reventé con mi frente una matera porque mis zapatos de gamuza estaban tan lisos que me impidieron aguantar el empellón de mi primo por la espalda. Cuando terminaba bachillerato me gustaba andar con los zapatos rotos por el sólo hecho de parecer un vagabundo, un bohemio con sus zapatos de sucia solemnidad.
Volviendo a lo primero, ¿por qué a algunos nos resulta dan difícil dar con el par de zapatos que buscamos? Quizá esto tenga que ver con la opinión generalizada de que los zapatos son la proyección de nuestra identidad. En este sentido, no buscamos unos zapatos a la hora de ocuparnos de comprar zapatos. Sencillamente queremos hallarnos; nos buscamos; sospechamos que de pronto nuestra identidad reposa apoltronada en un escaparate. 

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