12 de noviembre de 2011

Escrituras recobradas: Tom Wolfe



Los profesores de literatura, que presumimos de leerlo todo y a toda hora, no somos más que una tribu de ignodoctos. Una de las pruebas: la cantidad ingente de lecturas aplazadas, de cuya cuenta dan los libros amontonados sin abrir, con el lomo virgen como un campo sin arar, en los anaqueles donde improvisamos nuestras bibliotecas. En uno de ellos reposaba intocado, hasta hace unos días, un ejemplar voluminoso y amenazante; una enorme novela que adquirí en la Feria Internacional del Libro de Bogotá en 2003 y que puse junto a otras con la ilusión de abrirla días más tarde. Fui derrotado en las primeras páginas del prólogo donde un hombre va a caballo, ahíto de orgullo y energía, por una plantación de cierta región norteamericana. Ahora, meses, años después, he venido a saber de Charlie Croker, de Termtina, de Atlanta en Todo un hombre (A Man in Full), de Tom Wolfe, quien en mi criterio "ignodocto" aparecía llenando un dato exiguo, el del celebérrimo escritor que propuso cuatro décadas atrás el concepto y la savia del nuevo periodismo.



En 2011 Tom Wolfe llegó a sus ochenta años, vividos entre la mordacidad y la riqueza. Es autor de muchos ensayos y de unas cuantas novelas, entre ellas La hoguera de las vanidades --quizá la más leída y comentada de sus ficciones-- y Todo un hombre, que en la edición que tengo alcanza las 1040 páginas. Para mí ha resultado un encuentro tan adictivo como inaplazable, sobre todo porque a través de sus personajes (Roger White II, Conrad Hensley, Ray Peepgaass, Wesley Dobbs Jordan y Charlie Croker, para hablar sólo de los que urden el tejido de la fábula) nos topamos con un fresco actualizado de la esplendorosa miseria de la condición humana. Sí, como en Balzac, Tolstoi, Kafka, Faulkner y Mailler, a quien tampoco acabo de leer.



El encuentro cercano con Wolfe permite reír sardónicamente, morder el polvo de la gloria y el lodo de la derrota, y escuchar el pálpito épico de algunas cuestiones norteamericanas (la hipocresía, la mega-ambición empresarial, el racismo y las reivindicaciones marginales, el anonimato y la quiebra económica, etc.) de los años 90. Doy gracias por haber dejado de aplazar el contacto con una prosa que página a página ofrece un precioso e inolvidable ejercicio de demolición.

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