14 de noviembre de 2011

Año 1991; Valor $ 200 (20 años del periódico "La Palabra")



Hoy, como tantas costumbres desaparecidas, es infrecuente que alguien adopte la terca tarea de coleccionar revistas, folletines o periódicos publicados en la casi obsoleta pero siempre vigente letra impresa. Y es aún más raro que un adolescente gaste algo de su dinero en comprar desprevenidamente una revista o un periódico que bien puede leer o picotear o descargar desde cualquier página web.
Tengo a mi lado el primer número de La Palabra –1 de noviembre de 1991. “Cali Ciudad Perdida”—, cuando todo empezó. ¿Por qué ese adolescente que entonces era yo, decidió robarle $ 200 a su mesada o a sus magros ahorros para comprar en un kiosco de revistas del centro de Cali ese ejemplar de un periódico que parecía decirle algo de sí mismo, de la ciudad, de sus escritores y de la Universidad del Valle, a la que ingresaría dos años después?
Mes a mes, entre 1991 y 1993, me encontré coleccionando el periódico y entrando al Departamento de Literatura de la Universidad, donde, primero como estudiante y luego como profesor, La Palabra definió en gran parte mi rumbo por la letra impresa y me ayudaría a entender aquello que los antiguos griegos pusieron en la pluma del ensayista mexicano Alfonso Reyes: “Verba volant; escripta manet”. Con La Palabra comprendí aún más la idea de que, en efecto, lo dicho escapa al viento, mientras que lo escrito permanece atado para siempre al devenir de la cultura y a las costuras de la historia.
¡Y qué acontecimiento histórico el de 1997!, cuando después de haber asistido a la Feria Internacional del Libro de Bogotá, decidí escribir una crónica sobre la visita de Mario Vargas Llosa, que había llegado a la Feria para lanzar su novela Los cuadernos de don Rigoberto y que era objeto de un perenne tributo de mi parte, animado por la morbosa veneración de todo lector post-adolescente.
Aquella crónica de siete cuartillas levantadas a máquina pasó por algunas manos, entre ellas las del profesor Darío Henao –recién llegado de tierras cariocas--, quien a finales de mayo sugirió que me acercara a la redacción de La Palabra para buscarle a esas páginas un mejor destino más allá de la egoteca particular. Y fue en la cafetería de Idiomas, enfrente del edificio del CREE, donde, luego de que Darío me presentara, Umberto Valverde y yo cruzamos saludos y finalmente mi crónica sentenció su destino en las manos del mítico Director de La Palabra.
Recuerdo no sólo los largos días de junio esperando el veredicto de Umberto sino también los interminables tachones que él puso en mi crónica, empezando por el primer párrafo, al que condenó con una enfática X por sus frases extremadamente ampulosas. Además Umberto me ordenó reducir el texto de siete a cuatro páginas, lo que significaba romper el espejo del Narciso que todo escritor principiante lleva enquistado en las entrañas de su orgullo. Lo hice, en todo caso, aprendiendo de paso una de las lecciones capitales del periodismo escrito: el poder persuasivo de la palabra justa, que para el caso de la crónica oscila entre el hecho concreto y la voluntad expresiva.
De modo que aquella crónica apareció en el número 65 de La Palabra, correspondiente al 1° de julio de 1997, con el título “Mario Vargas Llosa: Historia de un regreso”. Un mes después figuré en el cuadro de colaboradores de La Palabra, convirtiéndome en el primer estudiante de la recién constituida Escuela de Estudios Literarios en ingresar a esa trinchera afectiva que era la redacción del periódico, elaborado por una docena de estudiantes de Comunicación Social bajo el sigilo de Umberto Valverde.
Lunes tras lunes, en los consejos de redacción, Umberto y los colaboradores definíamos las responsabilidades periodísticas en torno a temas, personajes y escenarios que debían ser investigados por lo menos con dos meses de anticipación. De ello aprendí una segunda lección, a propósito de aquel periodismo cultural liberado del síndrome del inmediatismo: la vitalidad de la prosa surge de un contrapunto entre el vigor de la primera escritura y el rigor de la revisión, pues el proceso de construcción textual (la concepción del tema, la no menos rigurosa investigación y la aplicada reescritura) es el pilar del taller de periodismo y del periodismo como taller.
Entre 1997 y 1998 publiqué cerca de diez textos entre ensayos, entrevistas y reseñas, y en mayo de éste año, en ocasión del número 71, me convertí en Coordinador de redacción del suplemento “La Palabra Crítica”, que luego de ser concebido en 1993 revivió cinco años después, gracias al vínculo entre La Palabra y la Escuela de Estudios Literarios, dirigida el profesor Darío Henao.
En “La Palabra Crítica” encontraron lugar la reseña y el comentario crítico-literario a propósito de libros, revistas y autores de relevancia en la literatura nacional e internacional. Recuerdo divulgamos la obra de Antonio Tabucchi, Rosa Montero, Manuel Vicent, Ricardo Piglia, Eliseo Alberto y Santiago Gamboa, para entonces medianamente reconocidos en nuestro medio. Allí también fueron homenajeados Guillermo Cabrera Infante, Salvador Garmendia y Octavio Paz, a la vez que se presentaron los ensayos de Edward Saíd, la biografía de Norman Mailler sobre Pablo Picasso y el estudio crítico de Álvaro Pineda-Botero sobre la literatura colombiana, entre otros. “La Palabra Crítica” puso a pensar la región, desde la Universidad, sobre algunas perspectivas del acontecimiento literario de Fin de Siglo.
Las lecciones aprendidas a lo largo de dos años de escritura ininterrumpida en el periódico –al que concedí una entrevista en el número 83 del 1° de junio de 1999, a raíz del Premio Departamental de Poesía que me otorgó el Ministerio de Cultura— se convirtieron en mis emblemas al asumir más tarde el honroso cargo de Editor de La Palabra, a la sazón dirigida por el profesor Darío Henao.
Desde el número 135 de febrero de 2004 hasta el 185 de agosto de 2008; a lo largo de 50 ediciones (como decir 50 meses en 800 páginas) que permitieron la participación de múltiples equipos de redacción conformados por estudiantes de diversas unidades académicas de la Universidad e incluso de otras universidades de la ciudad; apoyándome en la fecunda y comprometida línea periodística forjada por los fundadores del periódico y especialmente por su mentor, Umberto Valverde, alterné mi vocación docente con el oficio de Editor en este privilegiado mirador que vio el renacimiento de la Feria del Libro Pacífico, inmortalizó a la antigua Calle 5ª en un dossier urbano, se ocupó de los 60 años de la Universidad, registró el proyecto y la configuración del Sistema de Transporte Masivo de Cali, discutió a fondo temas cruciales como la Ley del Cine o el TLC con Estados Unidos, y celebró los cuarenta años de mayo del 68 y los 80 de Gabriel García Márquez.
Hechas las cuentas, mi presencia en torno a La Palabra, desde aquel 1991, cuando di con ella en un kiosco olvidado del centro de Cali, hasta hoy, coincide con los 20 años que cumple el periódico. Se trata de una mayoría de edad patente en su archivo, por ejemplo, donde resuenan los ecos de una generación que, como la mía, ha intentado escarbar el sentido del mundo entre el papel impreso, las ventanas electrónicas abiertas al universo virtual y el zapping hipercultural contemporáneo. Creo que para todos los que estuvimos ahí, lunes tras lunes, La Palabra representó una inmejorable posibilidad expresiva en cuanto a hechos que iban más allá de la ciudad y del país, en medio de esa realidad en la que, al tenor de la actual infinitud del ciberespacio, son cada vez más escasos los medios impresos dispuestos a ocuparse de pensar el devenir de la historia, la sociedad y la cultura desde la óptica desprevenida pero atenta de la juventud. Pensando en esto, deshojando recuerdos arrumados en cientos de ejemplares, sé, hoy más que nunca, que aquellos $200 que le robé a mi mesada o a mis magros ahorros no fueron invertidos en vano.

1 comentario:

  1. Hernando Urriago Benítez participó e intervino en el evento (Nov. 22, 2011)La Palabra. 20 años. 1991-2011. Celebraciones. Inauguración. Presentación Seminario. Exposición. NTC ... Cubrimiento: http://ntc-eventos.blogspot.com/2011_11_22_archive.html

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