Tan decadente es hoy proclamarse ateo como blandir el cáliz o el libro de la insania contra quien poco o nada cree en nuestro credo.
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Hoy nadie está dispuesto a morir por una idea, a menos que ésta rece un símbolo: el dinero, "estiércol del diablo" para aquellos que jamás han comido mierda.
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Occidente allanó pueblos, surcó mares, impuso la fe a través de las Cruzadas, siempre en pos del Santo Grial donde Cristo ofreció aquel vino que luego se convirtió en petróleo.
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