Es la primera y quizá la última vez que me refiera aquí a la pandemia. Sí: a ese monólogo contagioso orbital que conmocionó a la humanidad entre 2020 y 2021. Sí: a esa cantata profiláctica de la que nadie escapó, emboscados como estamos por el inolvidable Sars-CoV-2 o Covid-19. Sí: a este grito silenciado entre tapabocas y jeringas de vacunas que, aun cuando todavía no podamos creerlo, culminará pronto, grito diluido en un rumor, en una alerta perenne respecto a otros virus pandémicos que con seguridad vendrán.
Descreo que alguien pueda escribir algo nuevo respecto a las causas y las consecuencias que han dejado estos largos días de aislamiento, confinamiento, cuarentena o qué se yo en nuestras vidas.
Para empezar, la pandemia inoculó, amén del virus letal (que deja millones de muertos en todo el mundo), ilusiones en torno al fin del capitalismo, la cualificación de las relaciones interpersonales y el aprecio por el tiempo propio más allá de los afanes cotidianos que imponen la casa, la calle y el trabajo. Muy poco de esto finalmente tuvimos: el capitalismo jamás languideció sino que, por el contrario, se revitalizó en nombre de las cadenas de servicios de domicilios, el consumo desmedido de Internet (por vanidad y por necesidad), la evidente demanda de medicamentos y, por fin, el diseño, la fabricación, la compra y la distribución de vacunas. Por otra parte, el hecho de quedar apartados en la soledad del hogar (transformado en aula de clase, oficina, casi clínica), si bien hizo que extrañásemos al otro (del que fuimos abruptamente apartados casi que de un día para otro), al final nos dejó en la orilla donde pudimos entender cuán provechoso puede ser el aislamiento físico-social, que nos evita el tejemaneje que envuelve a nuestras relaciones en la calle, el trabajo y la esfera social.
No obstante, creo que en lo que sí podemos tener coincidencia es en que el tiempo propio se aquilató. Ganó valor. Muchos descubrieron y limpiaron su cuerpo en el orden físico y mental. Otros más aprendieron a cocinar recetas inadvertidas, cuando no que dieron un salto cualitativo al integrarse al mundo de Zoom y Google Meet, y, en el reencuentro con el libro despacharon aquellas lecturas aplazadas o releyeron las páginas de las obras literarias de siempre. Creo que en orden de la individualidad ganamos mucho, a pesar de ésta, bien lo sabemos, recibe determinación, modelización de las redes sociales.
Al sol de hoy, gran número de países del llamado Primer Mundo están a punto de bajar la nefasta bandera de la pandemia. Ingresaron hace dos o tres semanas en aquella fase llamada de "Desescalamiento". Mientras tanto, las otras comarcas, ancladas en el denominado Tercer Mundo, elevan sus niveles de contagio, sobreaguan en la escasez de vacunas y lidian, como Colombia, con innumerables problemas sociales y económicos.
En todo caso, la pandemia será pronto un asunto del pasado, aunque deberemos tenerlo muy presente porque sin duda vendrán tiempos peores. Y por mi parte seguiré llevando en mi cara la bandera indestronable de este tiempo: El tapabocas.
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