15 de enero de 2014

Rematemos nuestra historia

A Rafael Uribe Uribe, "El Indio", lo asesinaron a hachazos dos personajes, Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, en 1914. El primero asestó el golpe que el otro secundó con vehemencia colombiana: "Usted es el que nos tiene jodidos", dicen que dijo, con frialdad nacional, el verdugo del liberal antioqueño.
A Jorge Eliécer Gaitán, "El Negro", lo mató Juan Roa Sierra, un desempleado y fanático, en 1948. La imaginación, que sigue cayendo como la lluvia pertinaz de esa tarde sobre los papeles del destino, sostiene que Roa llamó a Gaitán por su nombre y le despachó tres tiros sobre su pulcro traje a rayas.
Ambos hechos ocurrieron en Bogotá.
Si Uribe Uribe y Gaitán vivieran, andarían respirando a trompicones, sí, pero andarían vivos. O muertos en vida, quizá, pues ahora serían innecesarios los sicarios reales para acabar con uno u otro político; bastaría con un cacique mediático y dos o tres matones con micrófono en mano para ejercer el magnicidio imaginario.
Entre criminales ambiguos y sicarios simbólicos bosteza nuestra historia.





 

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