Justo hoy, cuando la Selección Sub-20 de Colombia juega ante México el partido por el tiquete a semifinales del Mundial de la categoría, el Presidente Juan Manuel Santos cumplió un año viajando por el país en el marco de sus cacareados "Acuerdos por la prosperidad". Y lo hizo en el Eje Cafetero, vistiendo una franela amarilla de la Selección Colombia.
Ningún problema hasta allí, pues desde antes de la Copa América de Argentina o, mejor, desde la participación del equipo femenino nacional en el Mundial de Alemania, el Presidente desplegó su interés futbolero enfundándose el uniforme completo de la Selección y arrojándose a cuanta cancha de entrenamiento se le atravesaba en Bogotá. El asunto es que la camiseta que lució Santos este sábado 13 de agosto es falsa; en otras palabras, se trata de una prenda confeccionada, quizá, en aquella fábrica bogotana donde justo hoy la policía alzó docenas de rollos de tela amarilla, centenares de sellos de la Federación Colombiana de Fútbol y miles de tubinos de hilo azul con el cual bordadoras anónimas se encargaban de grabar en aquella tela la mítica marca de Adidas.
La camiseta de Santos exhibía sin pudor el producto de esa fragua de signos distintivos, modelos y marcas falsas, legitimadas en la investidura presidencial pero castigadas con dureza en un local de Bogotá donde fueron detenidas dos personas y decomisadas docenas de camisetas que estaban a punto de colonizar las esquinas de la capital. Pero hay más: curiosamente, el Presidente habló durante casi todo el día respaldado por la fachada, también falsa, de una "Casa campesina", simulacro de las antiguas y caídas en desgracia casas cafeteras, convertidas en nichos hoteleros para quienes desean oler los aromas del "Triángulo del Café".
No obstante, falsa y todo, Santos encontró en el Mundial de Fútbol la oportunidad para echarse el país al bolsillo gracias a la camiseta de la Selección. ¿Uribe hizo lo mismo alguna vez? Sospecho que tuvo pocos chances, si exceptuamos dos acontecimientos de 2006 y 2007: el primero, a propósito de los parabienes que extendió a la Selección, en ese entonces dirigida por Reynaldo Rueda, antes del partido ante Uruguay, en Montevideo, que el equipo perdió; el segundo, cuando enfrentó a la FIFA por aquella tentativa de vetar a las plazas situadas a más de 2.500 metros de altura. Huelga decir que aun cuando Uribe vistió una original Lotto de la Selección Colombia, el equipo no fue ni a los Mundiales de 2002, de 2006 y 2010, y más bien halló en Bogotá, su sede --defendida al ultranza por Uribe-- su premonitoria tumba fría.
Justo hoy que Santos lució esa camiseta desmarcada, falsa, la Selección cayó ante México 3-1 y se despidió del Mundial en casa propia; como quien dice, a los anfitriones les toca ver la fiesta desde el patio mientras que en la sala los invitados se disponen a partir el ponqué de la victoria. De falsas ilusiones y de verdaderas, contundentes, indigestas derrotas está hecho el país.
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