No hay imágenes. Sólo el recuerdo de un recuerdo que irrumpe como el agua contra el muro de la berma en la carretera. De pronto, bajando en bicicleta del Kilómetro 18, cerca a Cali, vuelvo a una de aquellas tardes invernales en las que mi padre llegaba mojado hasta el tuétano en su bicicleta. Mamá lo recibía con una toalla, gesto que hoy las feministas interpretarían como de sumisión, pero que yo sigo viendo (como entonces quizá me parecía), de sumo cariño, de agraciada bienvenida a un héroe anónimo. Mi padre, huelga decir, casi siempre exclamaba: "Vengo ensopado", lo cual me arranca una sonrisa mientras termino de sortear las curvas que me depositan en una ciudad húmeda y voraz.
Tremenda imagen para autodescribir el estado líquido en el que lo había dejado la lluvia: lo imagino ahora sumergido en una sopa incolora e inodora. Ensopado.
¡Maravillosa evocación del padre y de la emoción que nos trae oír las palabras que nos unen al pasado y a los seres que amamos!
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